Vivo en un pequeño pueblo de esos que les dio por llamar “Mágicos”. Pura mercadotecnia, porque antes les llamábamos pueblos bicicleteros. Como quiera que sea son atractivos turísticos, nos visitan y se asombran quienes anhelan unos días sin líos de tránsito y otras plagas y monsergas propias de las urbes. De modo que dejan sus autos y caminan… lentamente… bobean, disfrutan de horas más generosas…
Aquel hombre lleva un termo apergollado con el brazo izquierdo, y en la mano derecha un mate –me refiero a la calabacita, al recipiente– del que asoma la barrita deslumbrante –la bombilla–. Aspira suavemente la infusión de yerba que no se parece a nada. Camina en automático con pasos suaves. Me acerco: –¡Argentino? –“Uruguasho” –responde arrastrando el acento de forma inconfundible, y sorbe de nuevo por la “bombisha”, jeje.
El mate, hábito que arraiga hondo, gusto, aroma, energía, claridad… vínculo de amigos…
argentinos y uruguayos y mexicanos…
ESCRITO POR: XAVIER RÁBAGO
FOTOGRAFIA: XAVIER RÁBAGO
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